No es la primera vez, ni será la última en que escriba sobre el miedo. Reflexionar sobre este estado me ha dado siempre fuerzas para luchar en su contra.
Todos tenemos terrores nocturnos, nos despertamos sofocados, sudando la gota fría y con el vello erizado porque nuestro subconsciente nos ha jugado una mala pasada, técnicamente todo es culpa del sistema nervioso autónomo; en la práctica considero que la culpa recae sobre nuestro lóbulo frontal. El lóbulo frontal se encarga de realizar los pensamientos y es por la noche cuando el resto de sistemas de alarmas están desconectados cuando campa a sus anchas y a veces nos hace pensar en cosas que evitamos durante el día. Muchos de los sueños que tenemos por irreales y faranduleros que parezcan tienen una gran base de nuestros miedos ocultos.
Cuando tenemos un sueño de estos cuesta recuperarnos y volver a conciliar el sueño, pero generalmente lo hacemos porque intentamos pensar en cosas mas bonitas.
Esta técnica que realizamos inconscientemente por la noche debería ser la que aplicáramos por el día.
Vencer al miedo comienza por mirarle a los ojos.
Dicho esto comentaremos que no es fácil dejarnos llevar y dejar de tener miedo, pero somos nosotros mismos los únicos que podemos ayudarnos.
Sentir miedo no nos ayuda a enfrentar nuestros que haceres sino todo lo contrario, nos paraliza, nos limita, nos anula. Y esta en nosotros dejar el miedo de lado y enfrentarnos al mayor de los dragones (el de los miedos personales). Autoconfianza, determinación y perseverancia son las mejores armas que se pueden utilizar para ganarle la batalla al miedo.
Cerrar los ojos, lanzarse al vacío y creer que no caeremos en suelo duro es la mejor forma de descubrir que al miedo se le puede ganar la batalla porque el único lugar donde puede habitar es dentro de nosotros.