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Parece que uno cuando menta la palabra honor, evoca cuentos de princesas, castillos y dragones. Pero en mi opinión no es ninguna cosa etérea, es uno de los valores que hace a las personas dignas de esa denominación. Para mi desgracia he de reconocer que he conocido a pocas personas con tan esplendida y divina cualidad, pero todas ellas son dignas de ser nombradas en mayúsculas.
De una de ellas aprendí muchas cosas, y todavía las aprendo, hace mucho que me enseñó cuales eran las guerras que merecían batallas, y estoy segura que sí digo que la que más batalla merece es la del deshonor y las calumnias él se hayará de acuerdo.
Hace poco alguien vertió calumnias sobre mi persona, me defendí gato panza-arriba, hasta que descubrí que a todas las personas que tenía a mi alrededor les daba exactamente igual, la mayoría porque no conocían el significado de la palabra honor y la otra minoría porque no mellaron en ellas tales infamias. Todo esto me hizo pensar en muchas cosas, la primera de ellas, es la evolución de las épocas, hoy en día ninguna mujer necesita de un hombre para defender su honor, pero también os digo que una mujer que no intente defenderlo no es digna de ser considerada tal; la segunda cosa que me hizo reflexionar fue sobre la dejadez de las personas, hoy en día nadie tiene valores, así que no es de extrañar que no luchen por ellos.
Pues bien, yo luché, no se deciros si gané o perdí, puesto que en una
guerra se deben de valorar muchos aspectos no sólo las bajas que
conllevó tal batalla; pero de algo estoy segura, algunas personas se han
sentido orgullosas de mí, porque aunque hoy en día son la minoría todavía hay quienes creen que luchar por las batallas que no tienen padres son
honorables lanzas que se deben gestar si tus principios te lo dictan.